2025 NO.38
MenuLos japoneses y el espacio
La visión japonesa del espacio exterior
Desde la antigüedad, el espacio exterior ha sido considerado en Japón como una extensión de la naturaleza, y ha constituido un tema familiar a través de poemas, canciones y cuentos. El enfoque de Japón hacia el desarrollo espacial también refleja esta singular visión del cosmos.

Una escena de Taketori Monogatari Emaki (“Rollo ilustrado del cuento del cortador de bambú”) en la que figura la princesa Kaguya (arriba a la derecha) partiendo de la Tierra para regresar a la Luna con su séquito. (Colección de la Biblioteca de la Dieta Nacional)
La Luna, siempre cercana
Taketori Monogatari (“El cuento del cortador de bambú”) es la obra más antigua de la literatura japonesa monogatari (narrativa de ficción en prosa), habiendo sido escrita alrededor del siglo IX, presenta un argumento relacionado con la Luna. En la narración, la princesa Kaguya, procedente de la Luna, se convierte en adulta en la Tierra antes de regresar finalmente, escapando de una propuesta de matrimonio del emperador, que, cautivado por su belleza, se ha enamorado de ella. El cuento describe la naturaleza efímera de la vida en la Tierra y la inmortalidad asociada al mundo de la Luna. Además, Sagoromo Monogatari (“El cuento de Sagoromo”) del siglo XI incluye una escena en la que el protagonista Sagoromo, un militar de rango medio, recibe la visita de una deidad que desciende de la Luna mientras tocaba la flauta frente al emperador. Estos dos cuentos, que describen a visitantes de la Luna, sugieren que el pueblo de Japón no concebía los cuerpos celestes como distantes y completamente separados de la Tierra, sino que los asociaba con un grado considerable de cercanía.
El espacio exterior como una extensión de la naturaleza
La religión sintoísta, que ha sido practicada en Japón desde la más remota antigüedad, se basa en la creencia de que todas las cosas están imbuidas de espíritus kami —yao-yorozu no kami, “miríadas de deidades”—, incluidas las montañas, los mares, los ríos y los árboles. Dado que los japoneses han dependido principalmente de la agricultura para su subsistencia, el mundo natural, que se asociaba tanto con bendiciones como con amenazas, no solo era objeto de asombro y miedo, sino también de reverencia. En consecuencia, los cuerpos celestes se contaban entre las “miríadas de deidades”, con el Sol deificado como Amaterasu Omikami y la Luna como Tsukuyomi no Mikoto. Si bien esto los hacía excepcionales entre las deidades kami, se les atribuía una gran influencia en la vida de las personas. Al considerarse que los kami celestiales eran esencialmente iguales a los terrestres, el espacio exterior se percibía como una extensión de la naturaleza.
Esta visión cosmológica japonesa también se ha reflejado en la poesía y en las canciones. El Manyoshu (“Colección de la miríada de hojas”), la colección de poesía japonesa más antigua, recopilada entre los siglos VII y VIII, contiene más de 100 poemas sobre la Luna. Al igual que las montañas, los ríos, la flora y otros fenómenos naturales que los poetas tomaban como fuentes de inspiración, la Luna también estaba presente en sus obras. El poeta del periodo Edo (1603-1868) Matsuo Basho compuso el siguiente haiku:
Araumi ya / Sado ni yokotau / Amanogawa
El mar tempestuoso / extendiéndose hacia Sado / la Vía Láctea
Su poema, inspirado en la belleza natural, sitúa la imagen de la isla de Sado flotando en las agitadas aguas del mar de Japón junto a la Vía Láctea —llamada amanogawa, “el río celestial”— que se extiende por los cielos. Sin duda, este poema está impregnado de una especial sensibilidad japonesa que considera los cuerpos celestes y la naturaleza como un todo integral.
La Vía Láctea se extiende por los cielos sobre la isla de Sado, tal como se describe en un haiku de Matsuo Basho. (Foto: Aflo)
Un mapa astronómico en la tumba de Kitora que incluye más de 350 estrellas, así como círculos correspondientes al ecuador celeste y la eclíptica (la trayectoria aparente del Sol). (Cinco pinturas murales de la tumba de Kitora, jurisdicción del Ministerio de Educación, Cultura, Deporte, Ciencia y Tecnología de Japón)
El desarrollo histórico de las observaciones astronómicas en Japón
Sin embargo, los japoneses no se limitaron a apreciar el espacio exterior como parte de la naturaleza. La construcción de observatorios astronómicos alrededor del siglo VII condujo al establecimiento de un calendario basado en factores como el movimiento del Sol y las fases de la Luna, y se hicieron predicciones de adivinación de acuerdo con fenómenos como los eclipses solares y lunares y la aparición de cometas. Los murales de la tumba de Kitora, que se cree que fueron pintados entre finales del siglo VII y el siglo VIII, incluyen una de las cartas astronómicas más antiguas del mundo, lo que revela que la gente de aquella época observaba los cuerpos celestes y tenía información precisa sobre sus movimientos. La introducción de los conocimientos occidentales en el siglo XVII trajo consigo nuevos avances en la investigación mediante el uso de telescopios y esferas armilares (instrumentos para la observación astronómica), lo que condujo al establecimiento de los fundamentos de la astronomía moderna.

Kibo, un módulo de experimentos de la EEI (Foto: JAXA/NASA)
Avanzando hacia la coexistencia y la armonía en el desarrollo espacial
Actualmente, con el éxito del vehículo de lanzamiento espacial H3 desarrollado de forma independiente por Japón y las operaciones de pequeños satélites, el país es un líder mundial que se encuentra entre los países más avanzados en el desarrollo espacial. Una característica que distingue aún más a Japón es que no considera el desarrollo tecnológico únicamente en un sentido puramente competitivo, sino que más bien da prioridad a la cooperación con otros países en la utilización pacífica y sostenible del espacio exterior.
La Estación Espacial Internacional (EEI), un proyecto de colaboración multinacional en el que participan cinco organizaciones internacionales, es un ejemplo de ello. Con el módulo Kibo, desarrollado por Japón, que desempeña un papel importante como base de investigación, y el KOUNOTORI (HTV), un transportador de carga no tripulado que lleva a cabo misiones de reabastecimiento, Japón ha desempeñado funciones de apoyo fundamentales para el proyecto y ha sido objeto de un importante reconocimiento por parte de otros países.
Asimismo, los proyectos del sector privado para limpiar los desechos espaciales representan un esfuerzo exclusivamente japonés para mantener el espacio como un entorno sostenible. Además, Japón trabaja activamente para proporcionar apoyo técnico a los países emergentes que participan en el desarrollo espacial.
La visión japonesa del espacio exterior como parte integral de la naturaleza que el país ha tenido desde la antigüedad parece reflejarse bien en el enfoque japonés en este caso, al considerar el espacio no como un lugar para explotar y desarrollar, sino como un nuevo escenario para la coexistencia con los pueblos del resto del mundo.
Bajo la supervisión de Futamase Toshifumi
Nacido en 1953. Profesor emérito de la Universidad de Tohoku especializado en astrofísica.
Entre sus obras escritas se encuentran Nihonjin to Uchu (“Los japoneses y el espacio exterior”)
y Kiso kara Manabu Uchu no Kagaku: Gendai Tenmongaku e no Shotai (“Aprendiendo
la ciencia espacial desde los fundamentos: una invitación a la astronomía moderna”).