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2015 No.15
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Japón, el país del agua

Ciudades que gozan de la bendición del agua
El agua es un regalo de la naturaleza que debe usarse y protegerse debidamente, ya que la necesitamos a diario. Estas páginas presentan dos lugares que han disfrutado de los beneficios del agua a lo largo de los siglos y que han prosperado gracias a ella.
1. Un abundante suministro de agua fomenta la cultura de una antigua capital: Kioto

Cerezos llorones en flor y árboles en todo su verdor se reflejan en el gran estanque de los jardines del santuario de Heian. (Foto: Nakata Akira)
Rodeada de montañas de baja altitud por tres lados, Kioto se encuentra en una cuenca que cuenta con dos ríos principales: el Kamo-gawa al este y el Katsura-gawa al oeste. Los ríos han formado un abanico aluvial que permite que el agua se filtre al subsuelo, creando una provisión de agua subterránea tan copiosa que Kioto ha sido descrita como una ciudad que se asienta sobre una gran jarra de agua. Durante el verano puede hacer un calor sofocante y en el invierno un frío glacial, pero aun así Kioto fue la capital de la nación durante más de mil años sin interrupción, desde finales del siglo VIII. La ciudad continuó prosperando a lo largo de los siglos, en parte gracias a sus abundantes recursos de excelente agua.
El río Kamo-gawa discurre haciendo un recorrido prácticamente recto de norte a sur. Antiguamente solía desbordarse de sus cauces, creando grandes problemas para los habitantes de la ciudad, y como consecuencia se establecieron templos budistas y santuarios sintoístas en algunos de los manantiales del nacimiento del río para ofrecer plegarias para aplacar su ira. Durante los prolongados periodos de sequía, se celebraban festivales relacionados con el agua, en los que los vecinos rezaban para que lloviera. La antigua capital desempeñó un papel muy importante como centro de veneración a los dioses del agua. La devoción religiosa se centraba en el agua, con ceremonias de purificación que incluían la inmersión en las aguas de un río, y los habitantes tenían fe en las virtudes milagrosas de las aguas de algunos pozos. Algunas de estas creencias perduran hasta nuestros días.
Incluso en la antigüedad, los habitantes de Kioto no tenían ningún problema para obtener suficiente agua potable, todo lo que tenían que hacer era cavar un pozo de varios metros de profundidad en casi cualquier sitio, y podían conseguir agua de buena calidad. Cuando sacerdotes provenientes de China trajeron el budismo zen a Japón, también trajeron con ellos recetas vegetarianas para hacer tofu, así como yuba (la nata que se forma en la superficie de la leche de soja cuando se hierve) y fu (gluten de trigo seco). Poco después estos alimentos fueron refinados hasta convertirse en ingredientes importantes de la cocina japonesa. El agua de Kioto también jugó un papel esencial en esto.
El secreto de la constante buena calidad del agua es el hecho de que el agua de los pozos sufre pocas variaciones de temperatura y sabor durante todo el año. El agua de pozo ha creado muchas oportunidades para que antiguos comercios consoliden su reputación, y por eso todavía suelen cuidar con esmero sus pozos para destacar el prestigio de sus productos, en artículos tales como el sake y el té. Las excelentes aguas de Kioto contribuyeron al desarrollo del sado, la ceremonia del té, y el ikebana, los arreglos florales. También sirvió para irrigar los jardines de los templos y apoyar el crecimiento de industrias tradicionales como el tejido y la cerámica.
Algunas costumbres antiguas que emplean el agua de forma efectiva todavía dan vida a las calles de Kioto. Para encontrar alivio del calor estival, en algunos lugares se construyen terrazas de madera llamadas yuka cerca de las corrientes de los ríos para que las personas puedan relajarse y disfrutar, saboreando algún pescado capturado en el río. Los comerciantes y otras personas echan agua sobre las aceras y las calles para aliviar el calor de los transeúntes. Esta práctica, llamada uchi-mizu, disminuye la temperatura en frente de las estrechas fachadas de las tiendas, generando una brisa que desplaza al exterior el aire caliente dentro de las alargadas casas familiares típicas de Kioto, llamadas machiya. En una ciudad de baja altitud prácticamente rodeada de montañas, en la que corre poca brisa y hay agua en abundancia, estas costumbres dan a Kioto un atractivo excepcional y acogedor.
La capital de la nación se trasladó de Kioto a Tokio a finales del siglo XIX, pero Kioto continuó desarrollándose gracias al agua. Para fomentar el crecimiento de la población, se emprendió un proyecto importante para traer agua a la ciudad a través de un canal desde el lago Biwa, en la vecina prefectura de Shiga. Esto tuvo como resultado la creación de una mejor infraestructura para el uso del agua y la construcción de la primera central hidroeléctrica de Japón, lo que trajo la luz eléctrica y la modernización a la antigua capital.
Kioto ha empleado el agua para nutrir su tradición y su cultura milenarias, y hoy día es una de las ciudades históricas más llenas de vida del mundo.
Una historia cultural por la que fluye el agua

El ríachuelo Mitarashi-gawa fluye por el recinto del santuario sintoísta de Kamigamo-jinja. Sus aguas se utilizan en rituales de purificación.
Esta fuente situada dentro de los terrenos del santuario de Nashinoki tiene un agua tan pura que le confiere un puesto de honor en la lista de las mejores aguas de Kioto, y es muy valorada por las personas que practican la ceremonia del té.
Foto superior: Hace siglos, los miembros de la aristocracia pasaban un rato divertido sentados junto a una corriente, tratando de componer poemas waka antes de que llegara hasta ellos una copa llena de sake, flotando en la corriente. Si lo habían terminado, tomaban la copa de sake y la bebían. Esta competición, llamada kyokusui no en, se recrea aquí en los jardines del santuario de Jonan-gu.
Foto inferior: Transferir los pecados o indiscreciones que alguien haya cometido a figuritas de papel llamadas hitogata que posteriormente son lanzadas a un río es un ritual que se realiza en los santuarios basado en los poderes místicos del agua. Foto tomada en el santuario de Kifune.

Uno de los momentos más destacados del sagrado Festival de Aoi tiene lugar cuando algunas mujeres ataviadas a la manera del periodo Heian buscan purificarse enjuagándose las manos en los estanques ubicados dentro de los terrenos de los santuarios sintoístas de Kamigamo-jinja y Shimogamo (foto tomada en el santuario de Shimogamo). El festival ha venido celebrándose alternadamente en ambos santuarios desde aproximadamente el siglo VIII. (Fotos: Nakata Akira)