2014 No.12

Otra faceta de Japón: Las chucherías y los dulces

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Los productos de confitería y
la cultura de los regalos

Las bodas, los funerales y las ocasiones festivas son momentos en los que se hacen regalos. En Japón también hay otras ocasiones en las que se hacen regalos, tales como en los eventos que marcan el paso de las estaciones, los regalos que se traen de un viaje y los regalos para expresar gratitud, transmitir disculpas o saludos, para pedir un favor o incluso para dar las gracias por el regalo y corresponder con otro. Los dulces se han considerado desde hace mucho tiempo como un regalo idóneo para expresar agradecimiento en los acontecimientos especiales de la vida.

Comentario: Kanzaki Noritake  Fotos de Takahashi Hitomi

Todo proviene de la costumbre de compartir pasteles de arroz mochi

Si nos remontamos en la historia buscando los orígenes de la costumbre de regalar dulces, nos encontramos con que todo tiene su origen en los pasteles de arroz mochi. Hecho machacando arroz glutinoso hervido, el mochi formaba una parte esencial de los festivales para festejar la cosecha y servía con frecuencia como ofrenda en los funerales y en los rituales en conmemoración a los antepasados. Una vez terminados los rituales, el mochi se compartía para que todos los asistentes lo comieran juntos. Esto desempeñaba un papel importante para cimentar las relaciones entre todos los presentes.

El mochi relleno de una pasta de frijoles dulce (llamado bota-mochi u o-hagi) se come todavía durante las festividades budistas de higan que se celebran coincidiendo más o menos con los equinoccios de primavera y de otoño, cuando la gente visita las tumbas familiares y ofrece alimentos a los espíritus de los antepasados. Esta costumbre también evolucionó hasta convertirse en otra ocasión en la que todos juntos comían mochi. Especialmente en los pueblos agrícolas, la gente se tomaba su tiempo y hacia el esfuerzo necesario para hacer cuidadosamente a mano bota-mochi, para luego regalarlo a los parientes, los vecinos y otras personas con las que se tenía algún tipo de vínculo. Actualmente, es difícil ver esta costumbre, pero hace solo 20 ó 30 años era muy común, lo que se reflejaba en un dicho que se usaba con frecuencia: Higan no bota-mochi, ittari kitari ("El bota-mochi viene y va durante las festividades de higan").

La dulzura es el mejor regalo

Los dulces difícilmente podrían ser dulces si no tuvieran azúcar. Cuando el azúcar llegó por primera vez a Japón procedente de China, a principios del siglo VIII, la gente pensaba que tendría propiedades medicinales también, lo que lo convertía en un producto muy valioso. La clase alta con frecuencia enviaba azúcar como regalo. A principios de la era moderna se importaban grandes cantidades de azúcar por medio del comercio con Holanda, aunque no lo suficiente como para que se convirtiera en un ingrediente popular en la cocina. Durante muchos años, el azúcar era algo con lo que la mayoría de los japoneses solo podía soñar.

La producción de azúcar en Japón comenzó en el siglo XVII, aproximadamente a principios del periodo de Edo (1603-1867), una era que trajo consigo paz y una mayor prosperidad. En esta época también se extendió la costumbre de tomar té, y con el té aparecieron uno tras otro dulces asados y masitas de mochi. Muchos de ellos han sobrevivido hasta nuestros días como dulces tradicionales.

Los señores feudales daimios de aquellos tiempos venían a Edo, que era la capital política del país, y se congregaban en una gran sala de recepciones en el castillo de Edo para participar en la ceremonia llamada kajo, cuando el mismísimo shogun distribuía grandes cantidades de dulces. Los orígenes de esta ceremonia se remontan a un tiempo en el que la corte imperial y la gente de las clases inferiores ofrecían dulces a los dioses el 16 de junio, con la intención de ahuyentar la mala suerte. Sin embargo, en los tiempos del Shogunado, la costumbre se transformó hasta convertirse en un evento en el que los dulces servían de agasajo para celebrar el juramento de fidelidad que los daimios hacían al shogun.

Al poco tiempo, los daimios también comenzaron a realizar ceremonias compitiendo los unos con los otros haciendo regalos de cortesía, y los dulces se convirtieron en obsequios tan aceptados como el sake o los tejidos de seda. Si se le hacía un regalo a un superior, esto inmediatamente traía como resultado que el superior hiciera otro regalo en respuesta. Esto creaba un ciclo de obsequios prácticamente interminable, que produjo como resultado un nuevo tipo de negocios: el comercio con los regalos que los daimios no usaban.

Izquierda: Una caja de dulces envuelta en papel blanco, con decoración noshi (en la parte superior derecha) y cuerdas mizuhiki rojas y blancas. El lazo es una forma de nudo kaeshi musubi, en el que las cuerdas pasan varias veces por el mismo punto para desear mejor suerte y éxito.
Derecha: Los pasteles manju rellenos con pasta de frijoles dulce son muy apropiados para poner en ellos un sencillo mensaje escrito. En primer plano: El carácter kanji en ambos pasteles significa kotobuki ("Felicidades"). Detrás: Manju marcados con el nombre del lugar y el símbolo de aguas termales: ♨.

Compartiendo memorias de viajes

Entre la gente común de aquellos tiempos se extendió la costumbre de realizar peregrinaciones, principalmente a los santuarios de Ise y Konpira. A su vuelta normalmente traían regalos, y los más populares eran hi-gashi (un dulce seco endurecido con azúcar) y shoga-to (jugo de jengibre que se espesaba con sirope), ya que los dulces más elaborados hechos con azúcar estaban normalmente lejos del alcance de su bolsillo. Después de poco tiempo, los manju (pasteles de harina de arroz rellenos de pasta de frijoles dulce) con escritos decorativos o con estampas marcadas encima empezaron a venderse bien. El manju, con su forma semiesférica y con un símbolo marcado en su brillante superficie, se convirtió en un medio expresivo tan especial que ha pervivido hasta nuestros días para traer a la mente un recuerdo particular o hacer propaganda de algo. Quizás no hay otro país en el mundo que tenga tantas chucherías y postres decorados con figuras y mensajes escritos.

Envolturas que expresan la intención del regalo

Cuando se envían dulces como un obsequio formal, el protocolo requiere que la envoltura indique la razón por la que se hace el regalo, si se hace como signo de celebración o en señal de condolencia. Esto se transmite con la elección del papel para envolverlo, con una decoración noshi para dar un toque de elegancia y con cuerdas mizuhiki para sujetar el envoltorio. El noshi tiene su origen en la costumbre de ofrecer una tira de orejas de mar secas en algunos acontecimientos religiosos, mientras que el mizuhiki consiste en finas cuerdas hechas con papel japonés coloreado.

De esta manera, el envoltorio formal de un regalo de dulces es algo más que una simple cubierta protectora, sino que sirve también para transmitir los sentimientos de quien da el regalo. El arte de regalar que se ha desarrollado en Japón implica una sutil sensibilidad que puede considerarse como una característica de la cultura.

Kanzaki Noritake
Kanzaki es un experto en folclore, Director del Instituto para la Cultura del Viaje, profesor invitado de la Universidad de Agronomía de Tokio y especialista que desempeña funciones en el Consejo de Asuntos Culturales de la Agencia para Asuntos Culturales del Gobierno Central. Entre sus publicaciones se encuentran "Recuerdos del viaje: Los regalos y el viaje en la cultura japonesa" y "La etiqueta en la cultura japonesa".