2014 No.13

El monte Fuji, símbolo de Japón

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La reverencia hacia el monte Fuji

El monte Fuji ocupa un lugar especial en los corazones de los japoneses, y no solamente debido a su belleza. Los japoneses guardan apego también a sus verídicas cualidades místicas y lo veneran como un lugar de oración. Para comprender la razón por la que mucha gente lo considera como una montaña sagrada, necesitamos profundizar en las creencias tradicionales acerca del monte Fuji.

De una conversación con Yamaori Tetsuo   Fotos de Ono Shoichi

Los caminantes sienten una especial reverencia por contemplar el amanecer desde la cumbre del monte Fuji.

En el borde exterior del cráter en la cima hay ocho puntos que alcanzan una mayor altura que el terreno circundante, y en cada uno de estos puntos se encuentra una puerta torii característica del sintoísmo. Decorativas cuerdas nawa indican la naturaleza sagrada de la zona. Los caminantes atan cascabeles a las cuerdas para que el viento las haga tintinear.

El monte Fuji es el ejemplo más representativo de la forma de pensar japonesa que considera que las montañas deben de ser veneradas. Esto necesita explicarse un poco.

Si miramos el mapa del archipiélago japonés, nos damos cuenta de que alrededor del 75% del territorio está cubierto de montañas y bosques. Con tantas cumbres y cordilleras en el país, era inevitable que las montañas se consideraran como algo sagrado. En la antigüedad surgió la creencia de que después de la muerte, los espíritus de los difuntos subían a las montañas y se convertían en dioses (kami) en la cumbre. Y de esta manera se transformaban en divinidades del hogar (ujigami) que protegían a la familia.

Más tarde, el budismo se introdujo en el país trayendo consigo la creencia en la reencarnación y en los seis niveles que los espíritus se encuentran después de la muerte, a través de los cuales se abren camino pasando por zonas rocosas y bosques hasta alcanzar finalmente el estado de buda o hotoke en la cima de una montaña. Y así las montañas se convirtieron en moradas de dioses y budas, los lugares más elevados y sagrados que había.

Las montañas, más que para subirlas, son para ser admiradas con respeto

El pinar de Mihonomatsubara está situado a unos 45 km al sudoeste de la cima. Aquí, en el santuario de Miho se venera un pino sagrado. Una antigua leyenda cuenta que un ángel descendió a este lugar, se despojó de su vestidura hagoromo para nadar, y la dejó colgada en el árbol. Lo místico del lugar y la estupenda vista del monte Fuji han sido fuente de inspiración para la poesía waka, el teatro noh y el arte pictórico. (Foto por cortesía de Aflo)

A medida que esta forma de veneración por la naturaleza se desarrolló, la sensibilidad japonesa quedó imbuida de la idea de que las montañas debían ser reverenciadas desde abajo, ya que los dioses residen en el “otro mundo” que se encuentra en la cumbre. En la cima del monte Fuji, hay un santuario sintoísta llamado Sengen Jinja. Es la morada de las deidades kami de la montaña. En las lomas de la montaña se han erigido muchos otros santuarios Sengen Jinja, con la intención de venerar a la montaña en sí como una divinidad kami por su propia naturaleza. Queda constancia de esta creencia en Man'yoshu, la antología de poemas waka más antigua de Japón, que fue recopilada a lo largo de un periodo de cien años aproximadamente, comenzando en la segunda mitad del siglo VII. Uno de los poetas de la corte, Yamabe no Akahito, ensalzó la altura y la belleza del monte Fuji así como su carácter sagrado, diciendo “kami-sabite iru”, lo que significa “que actúa como una deidad kami”. Esto nos ofrece una clara y temprana referencia literaria sobre la naturaleza sagrada del monte Fuji.

En Occidente existe la creencia de que todo el mundo de la naturaleza, incluidas las montañas, se encuentran bajo la potestad de Dios. Esto difiere en gran medida de la concepción japonesa, en la que toda la abundante naturaleza señala la presencia de deidades sintoístas y budistas y en la que las montañas son consideradas kami.

Los viajes y los amantes del monte Fuji

La montaña más alta de Japón se eleva en las cercanías de la principal vía de circulación entre Tokio y Kioto/Osaka, de manera que la montaña aparece ante la vista de las personas que transitan entre estas dos regiones, que son las más populosas del país. En el periodo Edo (1603-1867), la carretera principal de Hakone Hachiri fue construida a lo largo de este corredor vial. Esta carretera se convirtió en la mejor ruta para disfrutar de hermosas vistas del monte Fuji.

Yo una vez caminé por la antigua carretera de Hakone Hachiri. Solamente llegué a recorrer una distancia relativamente corta, pero todavía recuerdo muy bien las estupendas vistas del monte Fuji desde Gotemba, en el este de la prefectura de Shizuoka. Incluso en los tramos en que la carretera discurre por terreno llano, el monte Fuji cambia de aura prácticamente cada minuto. Uno nunca podría aburrirse de contemplarlo. Cuando mis pies cansados me persuadieron para que me echara a descansar un poco a la orilla del mar, el aspecto de la montana era todavía imponente. Tan grande, tan bella, enmarcada con la espuma y las olas del mar, como una estampa de ukiyoe.

El monte Fuji es tanto un objeto de veneración como un imán que atrae nuestro deseo de viajar rodeado por la belleza de la naturaleza. Uno puede con facilidad imaginarse que la gente elegiría viajar por la ruta de la antigua carretera de Hakone Hachiri con el claro propósito de disfrutar de la experiencia. A medida que se popularizaban las obras de artistas de ukiyoe como Utagawa Hiroshige y Katsushika Hokusai, que representaban escenas a lo largo de la ruta, ganaron auge las peregrinaciones fuji-ko para subir la montaña con el fin de realizar ritos religiosos en ella. Esto, a su vez, trajo consigo un mayor tráfico por la carretera y reforzó el sentimiento de veneración hacia el monte Fuji.

Otro aspecto que no podemos olvidar: su impresionante poder

Y aun así, con toda su belleza, el monte Fuji tiene otra faceta en su historia: la de una montaña aterradora que está justificadamente clasificada como un volcán activo. La última gran erupción se produjo en 1707, hace más de 300 años.

El monte Fuji es a la vez un kami y el causante de poco frecuentes pero terribles catástrofes. En lo más profundo de nuestra psique, los japoneses seguimos sintiendo un respeto reverencial por la naturaleza, siendo bien conscientes de la fugacidad de este mundo en constante cambio, hermoso pero a la vez capaz de causar violencia y destrucción, tal como experimentamos en el caso del gran terremoto del Este de Japón en 2011, cuando el país se vio asolado por la actividad sísmica y los tsunamis. Los numerosos santuarios Sengen Jinja en el monte Fuji expresan nuestras esperanzas por librarnos de estos espantosos desastres.

Yamaori Tetsuo
Especialista en temas religiosos, comentarista y profesor emérito del Centro de Investigación Internacional de Estudios Japoneses. Ha desempeñado diversos cargos prestigiosos, incluyendo el de profesor en el Museo Nacional de Historia Japonesa, rector de la Escuela de Posgrado de la Universidad de Arte y Diseño de Kioto y director general del Centro de Investigación Internacional de Estudios Japoneses. Autor de Nihon Bunmei towa Nani Ka (La civilización japonesa: otra perspectiva), y muchas otras obras.

El punto más alto del monte Fuji se encuentra dentro del precinto del santuario de Fujisan Hongu Sengen Taisha. Aquí, en la quietud de la noche, los perros de piedra montan guardia protegiendo este espacio sagrado.

Usted podrá dar una vuelta completa alrededor del cráter en la cima (distancia: unos 3 km).