IEn junio de 2002 todos los ojos estarán puestos en el fútbol en todas las partes
de las islas japonesas. Los aficionados de todo el planeta encenderán el televisor unas 33.000 millones de
veces para sintonizar la Copa Mundial de Fútbol copatrocinada por Japón y Corea. Día y noche, el
fútbol será el tema estrella en la radio y la televisión, así como en los periódicos y
revistas, y por supuesto en Internet. No hay duda de que será un tiempo festivo e intenso.
Pero el legado de la Copa Mundial de Fútbol no se quedará en el solo recuerdo de
gritos y pasiones deportivas.
Japón se encuentra en el grupo de las más importantes naciones del mundo en
términos de industria y producto nacional bruto, y cuenta con una larga historia que ha legado un amplio tesoro
cultural. Pero, francamente, en lo relativo a deporte, no se puede considerar que Japón haya alcanzado
aún las mayores cotas del mundo.
El número de medallas olímpicas conquistadas es muy poco en
comparación con la afluencia económica japonesa. El país cuenta con muchos estadios,
gimnasios y otras instalaciones deportivas, ideales para competiciones nacionales e internacionales. Pero
¿Qué pasa con el ciudadano medio, que desea gozar de su deporte en un club para pasar su tiempo
libre? ¿Qué pasa con los niños que desean jugar al aire libre en los espacios verdes? Para ellos,
el medio ambiente deportivo es aún insuficiente.
Y ello es debido a que en Japón, los deportes
han evolucionado en dos sentidos la educación física
en las escuelas, y los juegos esponsorizados por las empresas.
Los deportes modernos constituyeron uno de los aspectos de la cultura occidental introducida en
Japón en la segunda mitad del siglo 19. Los primeros en adoptar los deportes occidentales fueron las
universidades y las escuelas, donde los futuros maestros recibían la instrucción necesaria en los
nuevos deportes. Por ello, los deportes fueron concebidos fundamentalmente como educación física, lo
que condujo al sentido común de que los deportes eran algo que se hacía en la escuela y que, al
egresar de ella, el alumno no practicaba.
Tras la Segunda Guerra Mundial, un creciente número de graduados deseaba participar
en encuentros deportivos. Fueron atraídos por las grandes corporaciones, que utilizaban parte de su beneficios,
obtenidos durante las épocas de bonanza comercial, en establecer clubes deportivos empresariales. Los
equipos de las compañías competían entre sí y pronto se dieron cuenta de que sus
mejores jugadores eran un buen soporte publicitario para la empresa. Anteriormente los programas deportivos de las
empresas japonesas entrenaban a los mejores atletas del país.
El deporte que cautivó la atención tras la guerra fue el béisbol profesional.
Los patrocinadores empresariales lo utilizaron como medio promocional y de publicidad y, al final, el béisbol
profesional se convertió en una clase de deporte empresarial. De esta manera, los deportes en Japón se
desarrollaron como actividades que se aprendían en las escuelas o se practicaban como actividades deportivas
empresariales, y no como algo que la comunidad pudiera gozar en las instalaciones locales deportivas, cosa que si
ocurrió en los paises occidentales.
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