Otra de las razones para una tan amplia variedad de cerámicas es el hecho de que la cocina japonesa requiere una generosa participación de utensilios en la mesa, más que en cualquier otra gastronomía.
Antiguamente, la refinada sociedad japonesa comía en utensilios lacados, lo que fue cambiado por los maestros de la ceremonia del té. Estos comenzaron a utilizar tazón y platos de cerámica para sus comidas kaiseki, servidas antes de tomar el té, lo que conllevó al descubrimiento de que la cerámica imprimía a los alimentos un impacto visual superior. La cerámica dedicada a la ceremonia del té era seleccionada por estaciones, así como con relación a los gustos estéticos propios de los invitados, como los platos muko-zuke para las filas de trozos de sashimi, los recipientes de sake y los alimentos cocinados a la parrilla. Fueron los maestros de la ceremonia del té los que aportaron el juego visual a la comida y bebida.
A partir de mediados del siglo XIX, las porcelanas ocuparon un lugar importante en las mesas debido a su comodidad. En la actualidad, los utensilios de cerámica son la norma en la mesa, excepto en el caso de la sopa de miso que mantiene objetos suaves lacados.
El arroz, la guarnición japonesa esencial, se come en un tazón pequeño y en las familias es frecuente que cada miembro posea su propio plato. A través de estas costumbres, los japoneses han desarrollado también su gusto por la cerámica. 
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Superior: Plato de cerámica Imari, iroe kotobuki-ji kissho mon. Finales del XVII o principios del XVIII. Diámetro superior: 22,1 cm. Propiedad del Museo de Arte de Toguri.
Encima: Figurita de cerámica Imari, hyotan namazu doji-zo.
Finales del siglo XVII. Altura: 26,4 cm. Propiedad del Museo Prefectural de Saga de Arte Cerámica de Kyushu.
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