Reportaje Especial*
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Camino de la sesión matinal de meditación. El monje toca una campanilla inkin.
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Dongeshitsu, el maestro venerable mostrado aquí, mira a todo el mundo cuidadosamente, para asegurarse de que todos tienen la postura idónea mientras meditan en la sala de Zen.
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Campanilla inkin (izquierda) y barras de madera taku. Estos dos objetos sonoros consiguen casi todas las señales necesarias para indicar los distintos pasos en la sala de meditación Zen, así como en el comedor, donde la regla es el silencio.
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Esa noche, uno de los monjes más viejos nos hizo una visita por sorpresa. Nos exhortó a hacer el máximo esfuerzo para tomar conciencia de nuestro yo en cada momento. A las 10 de la noche se apagaron las luces. Mi espacio es de un tatami. Me envolví en un futón.
Aparte de los ronquidos, la noche fue agradable. Pero la mañana llega muy pronto en el templo. A las cinco de la madrugada mis ojos ya estaban de par en par ante el sonido agudo de los tañidos de una campana. Quince minutos más tarde nos dirigíamos a la sala de meditación. Al igual que un arco iris de tela envolviendo el centro de la sala, desde el techo descendía un gran número de cortinas multicolores. Delante de nosotros había una figura enorme de dragón. En el silencio de la mañana, comenzamos a meditar.
La vida en el templo es simple. Los monjes se mueven con fluidez sin despilfarrar movimientos ni sonidos innecesarios. En el desayuno, tras la meditación, se nos animó a tomar los alimentos con gratitud, aprovechándolos en silencio. Una vez acabado nos dijeron que limpiáramos las tasas con té y un pedazo de daikon encurtido. Posteriormente, es tiempo de volver a la sala de meditación para hacer la limpieza. Mi torpeza, tanto de movimientos como de habilidades para limpiar, me condujeron a otro mar de pensamientos. Son sólo las 8 de la mañana y ya está todo hecho.
Durante el fin de semana los practicantes de Zen nos reunimos para reflexionar sobre nuestras experiencias. Aquí aprendí que la gente viene a practicar Zen por muy diversos motivos algunos, para hacer examen de conciencia; otros, para superar una pérdida. Un muchacho nos contó que había sido empujado por su padre para venir. El monje Ishida comentó Cuando se medita hay una parte de tí que se siente herida y quiere abandonar. Pero hay otra parte que desea seguir. Cuando esas partes se convierten en una, uno es uno mismo. Puede que sea difícil, pero es la forma de acercarse al mundo de la iluminación.
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Izquierda: En un templo de Zen, el desayuno se llama shukuza. El tiempo parece congelarse durante la comida.
Derecha: Desayuno, desde la izquierda: papilla de arroz (o-kayu); Brotes hervidos y sazonados de bambú con algas kombu; encurtido de albaricoque japonés (ume) y nabo blanco (daikon).
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Quitar el polvo de la entrada en el Templo Myoshin-ji forma parte del entrenamiento de Zen.
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