Reportaje Especial
¿Ha oído alguna vez la palabra kawaii? En la actualidad forma parte de la cultura pop de Japón, y se utiliza, por ejemplo, al ver ropa bonita o para calificar a personajes de los comics, del anime o de los videojuegos. El poder de esa palabra es casi místico, influye en los negocios, contribuye a la interacción humana, y calma el espíritu. Las próximas páginas explican cómo lo kawaii aporta dinamismo a la vida cotidiana en Japón.
Miembros de la conversación: Ishihara Soichiro, columnista Obata Kazuyuki, columnista
Kanno Kayoko, diseñadora editorial
Editado por Tsuchiya Komei
Ishihara: Hoy en día los japoneses suelen decir “¡kawaii !” (“¡qué mono!”) para describir casi cualquier cosa en la que encuentran algo atrayente. Es divertido observar cómo utilizamos kawaii igual para la modelo de pasarela Ebi-chan,1 para el luchador de sumo Takamisakari,2 y para el dúo humorístico Ungirls.3 Hace unas décadas era adecuado decir kawaii a un bebé mono o a un animal. Pero ahora el uso se ha ampliado y se aplica a todo tipo de cosas. Es desconcertante. Yo puedo entender que un bebé sea un “encanto” más o menos como el personaje de Hello Kitty, pero…
Kanno: Bueno, tanto Kitty como el personaje de dibujos animados Doraemon son bajitos y gorditos, y tienen la cabeza del mismo tamaño que el cuerpo. Por eso son graciosos.
Obata: Probablemente fueron los fabricantes de juguetes los que pensaron que lo encantador vende. El fenómeno kawaii se vio por primera vez en la sección de juguetes de los grandes almacenes, en animales de peluche blanditos. Después, en 1967 empezó la moda de la muñeca Rika-chan. Era original japonesa, y captó la atención de las niñas.
Ishihara: Hubo una gran evolución en la actitud hacia lo kawaii desde las muñecas Rika-chan hasta Kitty veinte años después. ¿Cómo se explica?
Obata: Kitty fue una manifestación de la moda, no un juguete: representó el encanto dentro de la moda. Los niños que pensaron que Kitty era mona se convirtieron en adultos y siguieron pensando lo mismo. También las actitudes sociales japonesas evolucionaron, permitiendo que los adultos se dejaran cautivar con cualquier cosa que ellos decidieran que era mona.
Ishihara: Hasta no hace mucho tiempo un adulto no hubiera dicho que algo es kawaii sin sonrojarse. Sólo en los últimos diez años las mujeres adultas utilizan el término a la ligera cuando hablan con hombres mayores que ellas. Serían incluso capaces de decirle al presidente de su empresa: “¡Sus gafas son tan kawaii! ”, y a su gerente: “¡Su curva de la felicidad (barriga) es verdaderamente kawaii! ”.
Kanno: Ahora se considera perfectamente aceptable que las mujeres sientan entusiasmo por algo y exclamen: “¡Es tan kawaii! ”. En otros tiempos se habrían callado ese tipo de comentarios. Los valores sociales y la expresión de sensaciones estéticas han cambiado mucho.
Ishihara: Sí, hace unos años una mujer nunca habría utilizado “kawaii ” al hablarle a una persona mayor que ella o a un superior. Podría haberlo querido decir, pero no lo habría soltado. Me pregunto por qué…
Obata: Entonces la norma social era que todos debían madurar, que todos debían contribuir a levantar el país a un nivel económico más alto. Bueno…, ya hemos alcanzado ese nivel más o menos, así que la presión social para ser maduros y hablar con madurez no es tan intensa. En parte, esa puede ser la razón.
Ishihara: ¡Buena respuesta! Supongo que lo mismo se puede aplicar a los asalariados: antes se esperaba que maduraran según iban cumpliendo años. Mientras que ahora el ideal es mantenerse joven.
¿Hasta qué punto es mono lo kawaii ?
Texto: Obata Kazuyuki, columnista Foto: Tsuchiya Komei
El éxito de lo kawaii cambió el concepto del diseño en este país por la época en que yo me estaba haciendo adulto. Ahora que tengo 42 años y soy padre de un niño de 3 años, nuestra casa está llena de cositas monas para el pequeño: juguetes, ropa, vajilla, lápices y papel, todo está decorado con esas caritas dulces de los personajes del anime y de los comics.
Francamente, estoy algo cansado de todo eso. El problema es que en las tiendas japonesas prácticamente no hay otro tipo de cosas para los niños. Tendría que remover cielos y tierra para encontrar objetos infantiles que no estén ilustrados con esos personajes edulcorados. E incluso, si encuentro algo que no sea de estilo kawaii, son los abuelos los que vienen con “una cosita mona para el pequeño”.
Tampoco se puede rechazar un cacharrito mono de un amigo bienintencionado. Así que los padres no tenemos elección en este Japón obsesionado por lo kawaii; sólo podemos sonreír y aguantar.
Soy un tipo de persona que no se siente cómoda con esas cosas monas exageradas por los medios de comunicación. No me malinterpreten. Yo tuve animalitos muy bonitos desde la infancia. Pero no quiero estar rodeado de ilustraciones de animalitos graciosos.
Los animales forman parte de la naturaleza. A primera vista pueden parecer graciosos; pero, si se observan detenidamente, se ve lo que pueden hacer con sus zarpas y sus dientes. Sus bonitas caras en los objetos de consumo apenas representan el mundo animal real con todas sus complicaciones, las cuales exceden nuestro conocimiento. Por tiernas que sean las ilustraciones, no son más que productos de la imaginación.
No estoy calificando la moda de los personajes de animales monos como buena o mala; pero yo quiero inculcarle a mi hijo una valoración real de la naturaleza. Mi problema es que vivimos en Tokio, la metrópolis más grande e importante del país, lejos de la naturaleza. Así que instalé un acuario en el comedor para un carpín común que capturé en un río. Es mi forma de rebelarme –con buenos modos, claro– contra la manía actual por las cosas monas. Por el momento no he visto que mi hijo admire mi microcosmos natural. Quizá los carpines comunes no son suficientemente encantadores. Pero no abandonaré. Voy a probar alguna otra cosa.