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NIPPONIA No.29 15 de Junio, 2004
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Vivir en Japón
Un hombre mini circo
Cornec Pierreyues
Texto: Takahashi Hidemine, Fotos: Akagi Koichi
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Algunas de las actuaciones de Pierreyues. El Daikagura Edo es único porque frecuentemente los objetos son artículos del hogar, utilizados en los tiempos antiguos, como teteras de cerámica (izquierda) o cajas de madera. Los números más difíciles son con la utilización de palos y bolas (derecha), que se pueden lanzar de 48 maneras diferentes.
Portal del Daikagura Edo: http://www.edo-daikagura.com/english/index.htm
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Entrena bajo las órdenes de su maestro dos veces a la semana e intenta impregnarse de su espíritu. “No es sólo técnica, sino también ambiente”. El próximo año, Pierreyues tiene previsto aprender japonés y kendo.
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Cornec Pierreyues asegura que le gusta mucho Tokio, porque cada distrito tiene su propia personalidad.
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En el escenario figura como Kagami Sen-emon, pero su nombre real es Cornec Pierreyues y nació en Angulema, Francia. A los 25 años, es un hombre que actúa con un grupo que transmite las tradiciones de Daikagura Edo.
Daikagura Edo es una antigua forma de folklore japonés, con grupos de malabaristas como en cualquier otro país. Comenzó como un tipo de kagura, un ritual de música y danza interpretado para un dios como parte de un festival sintoista. A lo largo del tiempo, el Daikagura Edo cambió, convirtiéndose, principalmente, en una colección de saltos acrobáticos transmitidos de una generación a la siguiente.
Los artistas lanzan al aire palos que recogen posteriormente con gran habilidad. Hacen girar sus parasoles de papel y ruedan bolas encima de estos. Utilizan sus caderas para hacer equilibrios con los palos y pequeños tableros de madera con bolas de arroz sobre ellos. La audiencia queda fascinada número tras número, rompiendo con frecuencia en largos aplausos.
Pierreyues nos comenta: “El Daikagura Edo cuenta en sí mismo con una gran belleza y encanto. Los kimonos, los movimientos de las manos, la música, las burlas... Todos esos elementos surgen en armonía. Es como una pequeña gala circense”.
Desde muy pequeño quedó fascinado por las actuaciones callejeras y cuando cumplió los 18 años se metió en una escuela de artes circenses en París. Se concentró en el malabarismo y cuando no estaba practicando se dedicaba a leer libros de todo tipo de cosas relacionadas, tanto viejas como nuevas, de Oriente u Occidente. Fue entonces cuando conoció el Daikagura Edo.
“Vi una tablilla que mostraba una actuación de Daikagura Edo con un soporte, llamado hanakago. Estaba bellamente decorado y me dije a mí mismo: “Debo ir y contemplar uno real”.
Trabó amistad con una amiga japonesa que estudiaba en la misma escuela y terminó por venir a Japón con ella. En ese tiempo, contaba 20 años de edad. Casi nada más aterrizar fue al teatro para ver al grupo en acción. Después siguió yendo, hasta que les pidió estudiar con ellos.
Su maestro y director del grupo, Kagami Kosen, nos dice al respecto: “Se concentraba mucho durante los ensayos, por lo que captaba las cosas muy rápidamente”. Mejoró de día en día, y de repente se convirtió en el primer extranjero que actuaba el Daikagura Edo, hasta convertirse en alguien muy popular en la escena.
“El público japonés es muy cortés. Incluso cuando se da cuenta de que he cometido algún pequeño fallo me aplaude. Pero, por supuesto, y precisamente porque son tan corteses, hago lo imposible por que salga de la mejor manera”.
Pierreyues vive solo en su apartamento de Tokio. Siempre asiste a su doble sesión de ensayo semanal, así como practica diariamente en un parque cercano a su casa. “Cuando no lo hago, incluso un solo día, noto que mi técnica se resiente”.
El grupo actúa en todo tipo de lugares, desde escuelas o bares de estilo japonés, hasta residencias de ancianos o fiestas de empresa. Algunos escenarios están realmente abarrotados de cosas, y debido a que es muy alto (casi 1,90 m), ciertas veces se tiene que poner de rodillas para actuar mientras los otros permanecen de pié. Hasta convertirse en el actual Pierreyues nunca había utilizado el sistema de arrodillado seiza - sobre los talones. Fue una de las muchas cosas que tuvo que aprender.
“El malabarismo Daikagura Edo no tiene nada que ver con lo que se aprende en Francia. Aquí nos equilibramos desde la cintura. Por eso es por lo que tanto la espalda como el cuello se me cansan mucho”.
Otro de los retos que debe enfrentar es el idioma japonés. En el escenario, es normal que los actuantes cuenten al público lo que están haciendo.
“El ambiente en la escena es realmente importante. Deseo ser capaz de comunicarme con el público, y pasármelo bien con mis compañeros de grupo, por lo que no llega con el sólo practicar la técnica. Debo mejorar al tiempo que me adapto a los demás. Si no sería un verdadero actor de Daikagura Edo. Todo se basa en alcanzar la armonía”.
Pierreyues tiene un sueño: Llevar algún día a Europa el Daikagura Edo. Esa es una de las razones que le llevan a aprender japonés en una escuela el año próximo y a aprender a utilizarlo mientras actúa.
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