La belleza estructural y el sentido de la historia que permanece en los castillos japoneses, se pueden apreciar también en los antiguos templos
y monasterios. Pero la admiración que sentimos por los castillos es
diferente de la que sentimos por una antigua construcción religiosa.
¿Por qué?
En primer lugar, la gente visita un castillo para gozar de un
sentimiento de pasado. La ornamentación arquitectónica, bien
apreciada
en la torre principal, incentiva esa sensación, por supuesto, pero es
una cierta atmósfera de desamparo lo que lo hace más atractivo.
Matsuo
Basho (1644-1694) lo expresó de forma inmejorable en su célebre
haiku
:
Desde siempre, los castillos para los seńores fueron un lugar de gloria
o fracaso, y cada castillo cuenta con su propia historia, aunque a veces
sea una tragedia o un gran desastre. Si usted decide visitar alguno, con
seguridad el ambiente de las antiguas épocas le afectará
también a
usted.
Otra de las razones del por qué a los japoneses les gusta visitar los
castillos, es su deseo de revivir la sensación del conocimiento y de las
técnicas de aquellos que nos precedieron en el tiempo. Por ejemplo, los
pequeńos orificios en los muros, realizados para disparar los mosquetes
o lanzar las lanzas, y los laberintos de puertas y pasadizos que
aseguraban que el enemigo no pudiera penetrar en línea recta hacia el
corazón del castillo. Todo, incluso la localización de los
árboles
estaba planeado para la defensa.
En el caso de que algún enemigo pudiera superar estos obstáculos,
tenía garantizados otros peligros, como las piedras lanzadas desde las
catapultas. Todos estos tipos de instrumentos hicieron pervivir a los
seńores de la guerra del medioevo y los tiempos pre-modernos, y a los
artesanos que construyeron sus castillos.
Pero quizás la principal razón por la que los castillos
cuentan con un lugar especial en el corazón de los japoneses,
sea el hecho de que se convirtieron en un símbolo para las
gentes que habitan sus alrededores. Esto es especialmente obvio
cuando consideramos el hecho de que una vez que los bombardeos aéreos
redujeron a las cenizas a muchos de los castillos, en los últimos
días de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, las gentes de
la localidad se esforzaron en su reconstrucción, o al menos
en reconstruir la torre principal. E incluso, cuando la torre principal
desapareció por completo y sólo quedó algún
foso o trozo de muro, el lugar sigue ofreciendo un sentido de tranquilidad
para todos los que deciden visitarlo.