NIPPONIA No. 45 15 de junio, 2008

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Reportaje Especialsp_star.gif“Japón, la tierra del oro”. ¿Es verdad la antigua leyenda?

Zipango fue la tierra de la plata, ¡no del oro!

En 1397 el sogún de la época Muromachi Ashikaga Yoshimitsu mandó construir el templo del Pabellón de Oro en la capital Kioto. Casi las tres plantas del pabellón se recubrieron de pan de oro reluciente, convirtiéndose no sólo en una construcción budista de espléndida decoración sino también en un símbolo de Japón como tierra del oro. Se había concebido también para la recepción de los delegados del nuevo imperio chino de los Ming, y ciertamente los impresionó, ya que poco después China concedió a Yoshimitsu el derecho al comercio. Sin embargo, en las transacciones hubo poco oro: los productos japoneses fueron en su mayoría objetos artesanales con pequeños toques de oro (objetos lacados con ilustraciones, biombos y abanicos), espadas, cobre y azufre.

Cuando los portugueses llegaron a Japón a mediados del siglo XVI, quedaba muy poco oro en la región de Oshu. Por otra parte, para entonces el país se había convertido en uno de los principales productores de plata del mundo, casi toda proveniente de las minas de Iwami Ginzan e Ikuno Ginzan. Algunos informes de la época clasifican la producción como un tercio del total mundial. El archipiélago japonés empezó a conocerse como las “Islas Platareas”. Japón utilizó parte de esa plata para comprar grandes cantidades de oro de la China de los Ming. Los portugueses y algunos otros debieron preguntarse dónde estaba todo aquel oro de Zipango.

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Búsquedas posteriores del legendario oro en el norte de Japón

En la segunda mitad del siglo XVI surgió otra leyenda entre los marineros portugueses: un barco suyo había sido arrastrado hasta la playa de una isla rica en oro y plata que estaba en el océano Pacífico cerca de Japón. Esta era una nueva versión de las viejas historias sobre Japón como un conjunto de islas de oro. Los galeones españoles de Manila que navegaban por la ruta comercial oceánica entre Manila (Filipinas) y Acapulco (México) atravesaban el norte del archipiélago por la corriente de Kuroshio; desde luego, estaban al acecho de las legendarias islas de oro y plata. El rey español ordenó su búsqueda e incluso hubo una expedición a propósito comandada por Sebastián Vizcaíno, el cual exploró en vano de 1611 a 1613.

En 1643, Maerten Gerritsz de Vries, navegante holandés que trabajaba para la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, continuó la búsqueda en su barco, el Castricum, abriendo nuevas rutas comerciales con los tártaros de Asia Oriental. Se enteró de que había oro y plata en la isla de Ezo (Hokkaido), y afirmó que sería posible explotar sus minas. El gobernador general de la Compañía con sede en Batavia estaba interesado en que continuara la búsqueda, pero la caída de la dinastía china Ming en 1644 interrumpió los planes.

Dos siglos y medio después, en 1898, se descubrieron en Hokkaido grandes cantidades de oro en el río Horobetsu y algunos de sus afluentes, no muy lejos del mar de Ojotsk. En un periodo de cinco años la criba produjo 1.875 kg de oro. Si la Compañía Holandesa de las Indias Orientales hubiera continuado su búsqueda la leyenda de Zipango, la isla de oro, podría haber revivido.

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Pergamino pintado que muestra el ritual inaugural de apertura de los ojos de Buda en el templo Todai-ji de Nara. Incluso el pedestal del Gran Buda (centro de la foto) es de oro brillante. (Propiedad del templo Todai-ji. Crédito de la foto: Museo National de Nara)

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