Japón por Dentro NARA
Salí de Nara-machi y me encaminé hacia el cercano parque de Nara al noroeste. Contemplando los ciervos que pastaban en el parque, me dirigí al punto de partida del camino de los peregrinos que lleva directamente a la sala del Gran Buda del templo Todai-ji. A lo largo del camino me encontré con una mezcla confusa de tiendas de recuerdos, grupos de ciervos, excursiones estudiantiles, turistas de viajes organizados y extranjeros.
Oí: “Shika senbei aru yo~!” (“¡Galletitas para los ciervos!”). Acabé comprando unas de salvado de arroz y harina de trigo y, al instante, me rodearon más de una docena de ciervos, pendientes de un chico generoso como yo. Las galletitas desaparecieron en un santiamén.
Después de contemplar con reverencia al Gran Buda, salí al atardecer, empujado por la multitud que se dirigía a la sala Nigatsudo. Desde los terrenos del templo hay una buena vista de la ciudad abajo. La zona estaba abarrotada de turistas que habían venido a ver las antorchas flameantes del Omizutori, rito budista que se lleva practicando más de mil doscientos años. Al parecer la tradición comenzó con monjes que portaban antorchas para iluminar el camino en un cierto rito religioso celebrado en Nigatsudo.
El atardecer se convirtió en noche, y de repente se encendieron todas las luces eléctricas que iluminan la gran sala. Las conversaciones de la multitud pasaron rápidamente a un silencio expectante. Una campana del templo rompió el silencio, y a esta señal monjes con antorchas flameantes desfilaron por una larga rampa hacia la gran sala. La oscuridad se esfumó y la multitud dejó escapar un grito sofocado.
Las gigantescas llamas de las antorchas parecían abrasar el aire nocturno. Caían chispas en cascadas ardientes que se desvanecían en el frío. Sus restos eran como una nieve de cenizas, que flotaban en el aire y luego bajaban silenciosamente sobre nosotros.
Aquel acontecimiento mágico terminó apenas sin sonidos en menos de veinte minutos. Pero la escena ha quedado grabada en mi memoria.
Izquierda: El Gran Buda (unos 15 m de altura).
La sala del templo fue quemada dos veces durante revueltas civiles, y la estatua quedó gravemente dañada. Pero en ambas ocasiones se restauró su antiguo esplendor. El Gran Buda actual data de finales del siglo XVII.
Arriba: Un grupo de turistas escuchan atentamente a su guía delante de la puerta Nandai del templo Todai-ji. Al fondo les espera la sala del Gran Buda.
Izquierda: Barril de sake elaborado por Imanishi Seibe’e Shoten. Se comercializa con el nombre de Harushika y está muy solicitado tanto en el país como en el extranjero.
Derecha: La familia Imanishi lleva elaborando sake para el santuario Kasuga Taisha desde el siglo X. Imanishi Kiyotaka (con una botella de sake Harushika en sus manos) pertenece a la generación 48ª de elaboradores. Con él, el maestro elaborador Furukawa Takeshi.