Japón por Dentro NARA
Actualmente las dos antiguas capitales del país, Nara y Kioto, son destinos favoritos de los turistas japoneses. El papel de Nara como capital nacional comenzó hace unos mil trescientos años, en la parte norte del valle de Nara. Llamada Heijokyo en aquellos tiempos, la ciudad se extendía en forma de rejilla, como un tablero de damas, trazada en la capital de China, Chang’an (Xian). En la zona este de Heijokyo, el gobierno de la nación y los poderosos aristócratas propiciaron el establecimiento de numerosos templos budistas y santuarios sintoístas. Aún se conservan muchos, algunos de los cuales fueron incluidos en la lista de la UNESCO de lugares Patrimonio de la Humanidad en 1998. Son los siguientes: el templo Todai-ji, popularmente conocido como Nara no Daibutsu-san (“El Gran Buda de Nara”); el templo Kofuku-ji, con su bella pagoda de cinco pisos; el santuario Kasuga Taisha, lugar silencioso rodeado por un bosque antiguo; y el templo Gango-ji, que tiene las tejas más antiguas del país.
Tras un periodo de unos setenta años la capital se trasladó a la cercana Kioto. Pero muchos templos y santuarios continuaron vivos en la parte este de la antigua capital, al tiempo que un distrito llamado Nara-machi seguía prosperando. En él, aún conocido por sus viejas casas y calles, los artesanos trabajaban unos junto a otros para los templos y santuarios. En talleres cercanos a los templos Todai-ji y Kofuku-ji continuaron haciendo estatuas budistas, y fabricando las barritas de tinta y pinceles necesarios para copiar las escrituras budistas. La economía de Nara sufrió altibajos a lo largo de los siglos, pero los artesanos han mantenido sus negocios familiares de generación en generación hasta la actualidad.
Tomé un tren en Kioto y me bajé 30 minutos después en la estación de Kintetsu de Nara. Para empezar me decidí por un paseo hacia Nara-machi, al sureste de la estación. En unos 15 minutos me encontraba más allá de la pagoda de cinco plantas del templo Kofuku-ji, andando junto al estanque Sarusawa hacia el antiguo distrito de los artesanos.
Nara-machi es pequeño y se puede ver casi todo en una hora. Las casas, propiedad de comerciantes en otro tiempo, son largas y estrechas, con muy poca fachada (el ancho de la construcción) porque los impuestos solían basarse en ella. Eso le da una imagen y una atmósfera peculiares.
Al andar por el laberinto de callejuelas se ven los migawari-zaru, amuletos de tela roja que cuelgan bajo los aleros de los tejados de casas y tiendas para proteger del desastre a la gente de su interior.
Todavía hay muchos talleres que fabrican barritas de tinta y pinceles de los que en otra época se utilizaban para copiar las escrituras budistas (ahora se emplean sobre todo para practicar la caligrafía). Uno destaca entre los demás, Kobaien, que lleva más de cuatrocientos años fabricando barritas.
Itani Teruo, el gerente comercial, me enseñó un buen muestrario de sus productos y luego me acompañó al taller para ver la fabricación. Los artesanos queman aceite, recogen el hollín, lo mezclan con una sustancia pegajosa natural, forman con la pasta pequeñas barras y las secan. Todos estaban tiznados de negro; algunos empleaban las manos y los pies desnudos para amasar bien la mezcla mientras otros la manipulaban ante de meterla en moldes.
Desde luego, formaban un grupo de trabajadores muy entregados. Estuvimos observándolos un rato, y luego Itani sonrió con orgullo: “Es un trabajo duro y llenarse de hollín lo hace más duro; pero a todos nos produce mucha satisfacción el producto final: cuando uno frota la barra de tinta en un poco de agua en el tintero, la luz que brilla en la pez de la tinta negra resplandece, como un arco iris”.
Izquierda: Miles de barritas de tinta colgando de cuerdas de paja en la habitación de secado del taller Kobaien. El proceso de secado tarda unos tres meses.
Centro: Se mezcla el hollín obtenido de quemar aceite con una sustancia pegajosa, y después se amasa meticulosamente con los pies desnudos.
Derecha: Muestras de barritas de tinta fabricadas en el taller Kobaien. Decoradas con polvo de oro y
de plata.
Un paseo por Nara-machi nos transporta al antiguo Japón, viejas tiendas abiertas hace muchos años y especializadas en artículos tradicionales como mosquiteras, verduritas en adobo, dulces típicos del país, y medicina oriental basada en la herboristería.(abajo derecha).
Interior de la casa con celosías de Nara-machi, antigua propiedad de un comerciante, construida originalmente a mediados del siglo XIX, y ahora reconstruida.
El templo Gango-ji es actualmente un lugar tranquilo de Nara-machi, que visitan sobre todo feligreses de la comunidad local. Sin embargo, durante el periodo Nara (710-794) fue una institución religiosa importante y poderosa.
Amuletos migawari-zaru colgando sobre la entrada del Museo de Nara-machi. En el interior se exhiben objetos cotidianos y otros artísticos de tiempos antiguos.