NIPPONIA No. 40 15 de Marzo, 2007

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Japón por Dentro   Omi Hachiman


Los dejé en el templo y tomé el teleférico a la cima del monte Hachiman. Allí está el templo Zuiryu-ji, dedicado a la memoria del fundador de la ciudad feudal; actualmente es un lugar tranquilo. Todo lo que queda del castillo son algunas murallas de piedra. Abajo, se extienden en la distancia campos de cultivo y canales.

Cuando el sol empezó a dar en el lago Biwa desde un ángulo suficientemente bajo, decidí descender.

A esta parte del país se la conoce por su arroz y su ganado vacuno. Al pie de la montaña entré en un restaurante donde se dice que sirven un plato buenísimo de sukiyaki con arroz.

Me trajeron unas cortadas muy finas de buey de Omi, carne roja con una malla de grasa blanca que crea un efecto de conjunto de color rosa. La dueña fue colocando esmeradamente una cortada tras otra en la plancha. Conforme las piezas iban desprendiendo un aroma dulce, yo las sumergía en huevo crudo batido, y parecían deshacérseme en la boca. La grasa era deliciosa y parecía muy fresca.

Pero la dueña, que se llamaba Nishikawa Mieko, sonrió y me corrigió: “No, al contrario que el pescado y las verduras, la carne de esta receta sabe mejor si está curada durante un mes por lo menos”.

Al día siguiente me fui de excursión por los viejos canales.

Al noreste del monte Hachiman hay un lago pequeño llamado Nishi no Mizu’umi, que en otros tiempos fue un entrante del lago Biwa. Hoy, parte de él es zona de marjales con un laberinto de canales, adecuados para botes de remos. Según la tradición, fue Hidetsugu quien inició aquí los paseos en barca, imitando una costumbre de la Corte Imperial en los alrededores de Kioto.

Se alquilan barcas con remero junto al puente Honen en el foso Hachiman-bori. Cuando llegué, había muchos turistas y unas treinta barcas. Elegí a un barquero que se llamaba Morikawa Kunihiro, y me senté con él en los remos.

El bote avanzaba con lentitud a través del laberinto de canales, dejando atrás espesos macizos de cañas mucho más altas que mi barquero. A cada golpe de su remo la lisa superficie del agua se deshacía en ondas. Las cañas se balanceaban a nuestro paso; sus crujidos y las llamadas de aves acuáticas eran los únicos sonidos alrededor.

Treinta minutos después el paisaje se abrió y vislumbré el monte Hiei y más allá otras montañas próximas, al otro lado del lago. Yo sabía que detrás de ellas está Kyoto. El barquero dijo con suavidad: “Seguro que ahora se siente relajado”. Los minutos transcurría lentamente en aquel paisaje bañado con la luz del otoño. Nos rodeaba una naturaleza virgen acuática, y el tiempo perdió todo su sentido; allí, cerca de la antigua ciudad feudal de Omi Hachiman.


Barqueros que reman con lentitud por el agua de la marjal entre tupidos macizos de cañas.

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Izquierda: Morikawa Kunihiro al remo, maniobrando su barca con habilidad a través del estrecho canal para los turistas que visitan este país de las maravillas acuáticas.
Centro: El diseño antiguo del buzón de correos encaja muy bien con la atmósfera de la ciudad vieja.
Derecha: La antigua residencia de W. M. Vories, que llegó a Japón en 1905 y trabajó como misionero cristiano y profesor de inglés. También adquirió fama como arquitecto y hombre de negocios.

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Sukiyaki en un restaurante popular, Marutake Omi Nishikawa. La carne de buey que sirven aquí es de ganado de Omi que la gerencia del restaurante cría en pastos de su propiedad.

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El templo Chomei-ji se erige en una zona elevada que sobresale hacia el lago Biwa. Para llegar allí, tome un autobús en la estación de Omi Hachiman (el templo está unos 20 min. al noroeste). Muchos peregrinos que son ancianos suben los empinados escalones de piedra (hay 808) hacia el templo. Se dice que la visita proporciona una vida más larga.

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El edificio Haku’un-kan se construyó en 1877 con un estilo en parte japonés, en parte occidental. Originalmente fue un colegio financiado con las donaciones de la gente de la localidad. Pero ahora es el centro de información turística local.

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