NIPPONIA No. 38 15 de Septiembre, 2006

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Japón por Dentro   Fukuoka

1 Tokio

2 Fukuoka

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Desde los tiempos remotos Fukuoka, en el noroeste de Kyushu, ha sido la entrada a la península de Corea y otros lugares de Asia. En la actualidad la ciudad mantiene enlaces modernos con Asia continental. En su aeropuerto hay vuelos internacionales regulares, y un ferry desde el puerto de Hakata hace la ruta entre Fukuoka y Pusan en la República de Corea. Fukuoka es la ciudad más grande de Kyushu (población 1,4 millones de habitantes).

Hace mucho más de dos mil años llegaron a Fukuoka desde la península de Corea las técnicas de cultivo del arroz y los utensilios de hierro y bronce. Desde Kyushu se extendieron por todo el país y sentaron las bases del florecimiento de la cultura japonesa. Hace más de mil años la sede del gobierno central de toda la isla se estableció en Dazaifu, cerca de lo que hoy es Fukuoka, y se enviaron muchos representantes desde Nanotsu (actual puerto Hakata de Fukuoka) a China durante las épocas de Sui y T’ang. El puerto de la ciudad fue desde el siglo XII hasta mediados del XVI el enclave comercial más próspero del país. Hacia finales del siglo XIII el ejército y la armada mongoles se pusieron en marcha dos veces con el propósito de atacar Japón a través de este puerto. Todavía hoy pueden verse las fortificaciones construidas a lo largo de la costa y en el interior, cerca de Dazaifu, para defender el país.

Fukuoka es, desde luego, un lugar en donde explorar los lazos antiguos de Japón con el continente asiático. Así que fui a visitarla.

La ciudad está frente a la bahía de Hakata, y dividida en dos mitades por el río Naka (véase mapa). El castillo de Fukuoka se construyó al oeste del río a comienzos del siglo XVII, y esa parte de la ciudad, llamada Fukuoka, se convirtió en la sede del gobierno local feudal. La parte este del río, distrito llamado Hakata, se desarrolló como un próspero enclave comercial. La isla de Nakasu, cerca de su desembocadura, es desde hace mucho tiempo el barrio de ocio de la ciudad.

Comienzo a pie mi recorrido desde la estación JR de Hakata hacia el oeste donde hay un grupo de templos en una tranquila zona cercana. El templo Shofuku-ji es grande, con unas impresionantes paredes antiguas de tierra. Fue el primer templo de zen del país y lo fundó un monje llamado Eisai al regreso de su viaje de estudios a China durante la época de Sung. Trajo consigo semillas de la planta del té, cuyo cultivo se extendió por el país gracias a él.

Desde el templo continúo caminando hacia la isla de Nakasu. Antes del puente me encuentro con un ginkgo inmenso que señala los terrenos del santuario de Kushida. Este santuario es uno de los lugares predilectos de los residentes locales, quizá porque allí se reverencia al dios encargado de favorecer los negocios. Cada año, del 1 al 15 de julio, se celebra allí el extraordinario festival de verano Hakata Gion Yamagasa, en el que hombres que no llevan más que un taparrabos llevan grandes carrozas de yamagasa por las calles. Este festival lo financian los comerciantes locales, lo que atestigua su instinto dinámico para los negocios también ahora. Durante la celebración se levantan en el aire estatuillas adornadas kazari yamagasa por muchos otros distritos de la ciudad. Yo tuve la suerte de ver una expuesta en el santuario cuando estuve allí.

Camino por el barrio de ocio de la isla de Nakasu –todavía temprano para las masas nocturnas– y después cruzo el puente a Tenjin, el centro político y económico de Kyushu. Desde allí continúo hacia las ruinas del castillo de Fukuoka. Ahora todo lo que queda son los viejos muros de piedra, algunos fosos y unas pocas construcciones (sobre todo la puerta de entrada y la torreta yagura). Una buena parte de los terrenos del castillo la ocupa el parque Maizuru, abierto al público. En él se reconstruyó, tras excavarlo, el pabellón para huéspedes que el gobierno de Dazaifu utilizó para representantes extranjeros durante los siglos VII a XI. Sus ruinas, llamadas Korokan-ato, atestiguan los antiguos contactos de Fukuoka con el continente asiático.

El sol se pone y las luces de neón de Nakasu se encienden y brillan en el río Naka. Ahora abren los puestos callejeros para clientes con hambre y sed. Fukuoka se ha convertido en una ciudad moderna, pero los puestos del mismo estilo de otros tiempos en la isla de Nakasu y el distrito de Tenjin todavía funcionan bien, y nos recuerdan a los de Taipei, Hong Kong, Bangkok y otras ciudades de Asia.

Los puestos ofrecen una sopa de fideos ramen, ingredientes de o-den hervidos a fuego lento en una olla, tempura, empanadas fritas gyoza y otras cosas. En los bancos de cada puesto hay sitio para 10 personas a la vez. Hay algo extrañamente acogedor en la forma en que la gente, todos desconocidos, le hacen sitio a uno en el banco. Un puesto en Tenjin que se llama Mami-chan me tienta con el olor de comida deliciosa, así que me abro camino a través de la cortina partida noren y me siento. El dueño del puesto sugiere que empiece con un poco de gyoza y un ala de pollo; todo está muy sabroso. Para de trabajar un momento y nos sonríe a todos: “Hasta ahora cinco parejas que se conocieron por primera vez bajo mi techo han acabado casándose”.

Al día siguiente dejo el ajetreo de Fukuoka, me dirijo a Dazaifu y me bajo en la estación de Nishitetsu Dazaifu. Paseo por el bulevar que lleva al santuario de Dazaifu Temman, dedicado al santo patrón del aprendizaje, Sugawara Michizane. Él mismo fue un alumno excelente y una figura destacada que fomentó la reforma política del siglo IX. Tuvo problemas con las autoridades y fue exiliado a Dazaifu, donde murió pobre. Sin embargo, en la actualidad muchos estudiantes le consideran un espíritu sobrenatural que puede ayudarles a aprobar sus exámenes de acceso a la universidad.

Tiendas de recuerdos ocupan las dos aceras del bulevar, y de su interior salen un olor dulce de pasteles y voces en el dialecto local que gritan: “¡Tómese uno antes de irse!”. Los pasteles son umegae-mochi, de arroz relleno con mermelada de judías adzuki. Están calientes, tienen un agradable sabor rústico, y desde luego satisfacen a cualquier viajero cansado.

Una vez dentro de los terrenos del santuario tomo un ascensor que sube una colina e inmediatamente llego a un enorme edificio moderno. El curvo tejado azul fluye suavemente como una ola de mar sobre paredes de cristal que reflejan el verdor de las montañas cercanas. Estoy en el Museo Nacional de Kyushu, y al entrar me sorprende el formidable atrio que lleva la mirada hasta el cuarto piso.

Este es el cuarto museo nacional de Japón (abierto en octubre de 2005). Su objetivo es mostrar como el patrimonio cultural del país evolucionó a través del contacto con otras culturas de Asia, tema ciertamente muy apropiado para un lugar donde el intercambio con otras partes de Asia empezó en tiempos prehistóricos.

Resto de una oni-gawara (“teja de barro del demonio”) que una vez decoró el extremo de una cornisa del tejado de la sede central del gobierno de Dazaifu (alrededor del siglo VIII). El diseño muestra la influencia de Silla, un antiguo reino de la península de Corea. (Propiedad del Museo Nacional de Kyushu)

Kubota Motoko trabaja en el departamento de Relaciones Públicas del museo. “Este no es simplemente un museo con exposiciones para la educación pública. Por ejemplo, en el primer piso tenemos seminarios para clases y un auditorio para conciertos. Nuestro objetivo es estar abiertos a todo tipo de público, mantener un ambiente donde todos pueden participar”.

La sala principal de exposiciones del cuarto piso muestra la historia de Japón y el continente asiático desde la Edad de Piedra y casi hasta los tiempos modernos. Es una sala abierta de 1.500 m² que permite al visitante buscar lo que le interese en vez de guiarlo por una ruta fija.

De vuelta al primer piso, otro elemento especial del museo es la Plaza de Ajippa, que ofrece una experiencia práctica de las culturas y la historia de Asia y Europa a través de música, baile, juguetes y exhibiciones. Los muchos visitantes locales y los turistas de otras partes de Asia pueden utilizar auriculares informativos en chino, inglés, coreano y japonés.

El Museo Nacional de Kyushu realza los lazos de Japón con el resto de Asia, y aquí en la Plaza de Ajippa usted pasa a formar parte de ese intercambio internacional.


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