NIPPONIA No. 41 15 de Junio, 2007

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Origami


Hacer un doblez tras otro y observar cómo el papel se convierte en una forma tridimensional es más que un pasatiempo: es una manera de ponerse en contacto con elementos de la cultura de Japón y su sentido de la belleza, transmitidos de una generación a otra. El origami, tan fácil de aprender, constituye todo un mundo de sorpresas.


Origami: Un arte al alcance de todos

Un plegado cercano al corazón del patrimonio cultural japonés

Texto: Ohashi Koya, Director ejecutivo de la Asociación Japonesa de Origami

El senba-zuru (“mil grullas”) decoran la zona del público durante un partido del campeonato de béisbol de estudiantes de secundaria. Los hinchas las cuelgan allí con la esperanza de que gane su equipo. (Crédito de la foto: el diario Mainichi Shimbun)

Arrozales y casas antiguas:
Belleza a cuadros

Un trozo cuadrado de papel se puede doblar de múltiples y sorprendentes formas, así que no es extraño que en la actualidad el origami sea un pasatiempo habitual en Japón. Tras ese éxito se halla la tradición cultural milenaria del país.

El cultivo del arroz tiene una larga historia en este país bendecido con cantidades relativamente grandes de lluvia. El agua fluye por canales que emplean la gravedad y pequeñas diferencias en la elevación del terreno y llega hasta los arrozales que a menudo se alinean para formar una serie de cuadrados. De este modo las granjas y los pueblos constituyen un paisaje singular. Las filas de espigas doradas de arroz en los campos cuadrados siempre han causado en los japoneses la impresión de que la cosecha estaba próxima.

El clima y la topografía del archipiélago japonés propician la existencia de hermosos bosques de cedros, cipreses y otros árboles que proporcionan una madera excelente. La arquitectura tradicional emplea pilares y vigas de madera, y por eso se basa en formas cuadradas, en contraste con los arcos y bóvedas de piedra y ladrillo que juegan con líneas y superficies curvas.

De ese modo el paisaje y sus bosques han contribuido al desarrollo de líneas rectas y formas cuadradas, las cuales han llegado al corazón de los japoneses y su sentido de la belleza.

Como la tierra y los recursos son limitados, el reto para los japoneses consiste en utilizarlos con efectividad. De ahí ha derivado una cultura en la que la conservación es una virtud. Incluso en el kimono no hay ni una prenda que no haya sido concebida con un propósito útil y para favorecer las líneas rectas.

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